martes, 25 de junio de 2013

Declaración de Imperfección

Ni somos perfectos, ni llegaremos a serlo. Así que lo único que nos queda es asumirlo. Y cuanto antes mejor. Y de este modo no pensaremos que somos insuficientes para alguien, simplemente nos daremos cuenta de que no aceptan nuestras imperfecciones.

Me considero como las zapatillas viejas y rotas que tengo en mi cuarto. Esas que nunca tiro porque han recorrido más kilómetros que mi coche.  Las he rebentao y me las han pisoteao en muchos conciertos, pero ahí están, rulando por mi cuarto.

Yo al igual que mis zapatillas tengo rotos por todos lados. Y si lo que buscáis es a la persona perfecta, lo siento,  a mí no me miréis. 

No se cocinar, soy adicta a la Coca-cola y a la cerveza de la una del medio día.  Les cambio los nombres a las personas. Canto fatal.  Bailo mientras conduzco. Y casi nunca me peino porque voy con el tiempo justo.
Mis enfados duran un promedio de 5 minutos. Me siguen dando miedo los gremlins y Eduardo manostijeras. Y odio los tacones y las mentiras.  Y no soporto que me lleven la contraria, ni ver las noticias mientras como. Y lo pregunto todo porque nadie nace sabiendo. Y soy impaciente y bastante ilusa. Y mi cuarto es mi santuario. Y sueño constantemente y sin parar porque en mi mundo se vive mejor.

Y no. No soy perfecta. Pero tú tampoco.

Al menos soy real. Y lo que me gusta lo digo y lo que no también. Y te arreglo un descosío y te hago un plan en 1 minuto. Y me suelo ir con mi música a otra parte.
Y  me se todos los capítulos de Friends. Y ya no soy tan arisca. Y si quiero a alguien lo quiero de verdad, no a medias.  Y sería capaz de llevarte al fin del mundo si quisieras. Y siempre le quito hierro al asunto. Y no intento cambiar a nadie, porque las
personas son como las lentejas o las tomas o las dejas. Pero siempre intento sacar lo mejor de ellas.

Y tú! Pedazo de imperfecto. ¿De qué te ríes tanto? Si no te gusta, no me mires. Cómprate una vida que la experiencia te dirá como ser un Rockn Rolla de verdad.  Ahora corre, ve y échate un vistazo y dime si no eres la persona más imperfecta que has conocido en tu vida. Aprovecha ahora que nadie te ve y llora cuando te mires al espejo,  que yo estaré riéndome desde mi mundo, con mi declaración de imperfección en la mano. Porque no hay persona más perfecta que la que se declara imperfecta.




lunes, 29 de abril de 2013

A escondidas del destino


Os aseguro que no estaban compinchados. Que cada uno iba por su lado.
Ocurrió una tarde sin que nadie se enterase. Como si hubieran quedado a escondidas del destino para encontrarse.

Ella iba sentada en el penúltimo vagón, desenterrando  porqués, como solía hacer. ¿Porqué la Luna y el Sol no se casan de una vez? ¿Porque el viento vuela, si no tiene alas?¿Porque los ríos corren, si no tienen piernas? ¿Porque los pingüinos siempre van de etiqueta, si no van a fiestas? 
Y entre tanta ida y venida se preguntaba si todavía la quería. Pero nunca encontraba una respuesta que le convenciera. 

Él, esperando en el andén.  Sólo esperando, con la mente en blanco. Porque ella era la única capaz de colorearlo. 
Él, acostumbrado a sepultar toda pregunta ilógica, que se le pasara por la cabeza. Capaz de dar respuestas. Allí estaba él.

El tren paró. Y en ese silencio entre canción y canción lo vio.

Parecía que era, pero después de tanto tiempo, ¿quién juraría que fuera? …Sólo ella.  Imposible que no lo reconociera.

Sus constantes vitales se dispararon y ahora fue ella la que se quedo en blanco.  Fijó su mirada, como si estuviera en trance. Como si no hubiera nadie, y la estación a rebosar. Fue uno de esos momentos que pasan tan rápido que ni siquiera te da tiempo a reaccionar.

Quiso que la viera, quiso que la escuchara, que se girara. Quiso que sintiera al menos, que ella estaba allí. Pero como siempre, no obtuvo respuesta.
Lo cierto es que él, no se montaría en su mismo tren. Él esperaba de espaldas en otro andén. 
Y nunca sabría que, habiendo girado 180 grados, ese día, en ese justo momento, después de tanto tiempo,  la hubiese visto a escondidas del destino.

domingo, 28 de abril de 2013

A las tantas de la inspiración


Hay noches que llega tan sola e inesperada. 

Ronda como alma en pena en mi cabeza. Es esa que llega cuando ya te has cansado de pensar. 
Llega cuando creías que no tenías nada más que contar.

Llega en el momento justo, en el que dejaste de ser. Llega casualmente con esa canción de fondo que repites una y otra vez. 
Y sientes que todo fluye en armonía y que no necesitas borrar las rimas, porque salen solas; tan sola como llega ella. Intensa, rápida y fugaz. Esa es ella. 

Me visita con frecuencia. Hasta diría que es una vieja amiga.
Llega con un torrente de palabras, imágenes e historias, que hasta cansa escucharla.
Tengo que pararla, porque creo que si no lo hiciera, me volvería completamente loca y me entenderían menos de lo que lo hacen ahora. Tengo que pararla como sea.

Intento quedarme en blanco y no pensar en alto. Entonces respiro y ahí me la encuentro de nuevo. Veo que me asiente con la cabeza y me dedica un gesto de aprobación. Se gira y se marcha. No la entiendo, pero sospecho que me engaña. Como hace siempre. Porque ella maneja el tiempo a su antojo. Entonces miro el reloj y como era de esperar, me doy cuenta, que una noche más, me he quedado hasta las tantas con la inspiración.

lunes, 22 de abril de 2013

En todos los tiempos y pretéritos del querer


¿Quién la quiere? Que me lo diga alguien. ¿Quién la quiere de verdad? Así, tal y como es. ¿Quién quiere quererla? Con sus manías y ese gusto tan extravagante que tiene al vivir. ¿Quién va a quererla? Si es un despojo de sentimientos rechazados por algún depravado. ¿Quien la querrá? No lo sé. Quizás alguien que consiga descifrar el misterio de sus ojos rojos.  

Mírala, tan atareada, construyendo su fachada. No quiere que nadie se acerque. No quiere que nadie la observe. No quiere que la reconozcan. No quiere que la quieran y así ¿cómo va a quererla nadie?  

Mírala como se coloca su máscara, a primera hora de la mañana, para que no la vean llorar. Esa máscara que no la deja ni respirar. ¿Qué querrá ocultar?

No importa, cuando se canse de llorarle a la Luna, seguro que lo cuenta. 
Mientras tanto, obsérvala sin que te vea. Observa como se queda quieta cuando todos corren. 
Obsérvala cuando vaya mendigando en silencio quereles, a las siete de la tarde, con el sol del barrio pegándole en la frente.  

Y deja que el viento le susurre que hay quien la quiere, quien la quiere de verdad, que quieren quererla, que van a quererla y que la querrán. Ya verás como al viento no se le olvida ningún tiempo ni pretérito del verbo. 

domingo, 21 de abril de 2013

Una historia impalabrable



Venid, corred. Acercaros que os voy a decir una cosa, o mejor dicho, os voy a contar una historia. Porque dicen que cuando no hay palabras para describir algo, se utilizan historias. Y este es el caso. 

Esta historia ni siquiera se cuenta, se vive. Es una historia sin moraleja. Imposible de comprimirla en una sola palabra. Pero como no hay nada imposible, os diré que es una historia… impalabrable. No existe. No hay palabras para contarla. La llamo así por llamarla de alguna manera…

Eran tan jóvenes y vivían tan deprisa, que ni sus sombras eran capaces de seguirlos. Eternos insatisfechos. Corrían siempre por delante del viento y sin frenos. Casi siempre sonriendo. 
Él vivía de la adrenalina y ella de la poesía. Realistas a su manera y soñadores como cualquiera.
Se conocieron con las vidas descosidas, cargando retales y con los bolsillos llenos de parches. Habían vivido en mundos distintos y  sin embargo habían visto los mismos atardeceres.

Era todo un reto acercarse a ellos, porque eran como el contra fuego. Eran almas tan solitarias, viviendo a contrarreloj, que es difícil hasta imaginárselo.

Eran la risa, la alegría y el desenfreno. Eran orgullo y vicio.

Desafiaban al destino, a la casualidad, al karma y a todo aquello que se les pusiera en su camino. Eran capaces de ir a contra mundo. Era capaces de todo… menos de amarse en condiciones.

Hasta aquí podría parecer una historia normal de amor, si es así como queréis llamarlo, si no fuera porque ellos se amaban de ningún modo que jamás se haya contado. Desde lo mas profundo de sus almas, sé que se amaron, en secreto, donde nadie los veía, en sus miradas, allí fue donde se amaron todo ese tiempo. Y así siguieron sin que ninguno de los dos lo supiera.

Si algún día por casualidad, los veis, detenerlos. Contarles que se aman, por favor. Que os dijeron que estaban en sus miradas. Y pedirles que os cuenten su historia. Él como siempre, impetuoso, dirá que nunca existió tal historia. Y ella… Ella os contará una historia impalabrable. 

domingo, 14 de abril de 2013

Esta es la diferencia


Para ser honesta, es duro.  Abrirse y revelar algo que suena a locura. Porque una vez que cuentas a alguien la verdad, esa persona tiene una parte de ti. Y puede menospreciarla o incluso destruirla. Puede convertir tu confesión en una herida que nunca sanará. Esta es la diferencia entre los que sienten sin miedo y los que tienen miedo de sentir.

Los primeros arriesgan. Se tiran al vacío sin saber donde caerán.  Apuestan al todo o nada. Porque saben que aunque pierdan, tendrán el coraje que les falta a los segundos para levantarse, mirar el precipicio y volver a tirarse sin arnés.  

Los segundos, aquellos que tienen miedo de sentir, son aun más cobardes que el guerrero que mata por la espalda.  Se sienten fuertes, indestructibles detrás los altos muros que construyen para que nadie pueda admirar la grandeza de los sentimientos que ocultan.  Muros impenetrables, con códigos indescifrables. 
Ellos mismos se creen incapaces de sentir. Fríos. Indiferentes. Impasibles. Imperturbables.  
Tienen verdadero pánico a la valentía de los sentimientos y a todos aquellos que sienten sin miedo.  Y en cuanto alguien intenta derrumbar tan solo un ladrillo del muro, instantáneamente queda abatido.  Estos muros infranqueables serán destruidos cuando una persona que no tenga miedo de sentir dolor por otra, se arriesgue y consiga descubrir los sentimientos que estuvieron ocultos tras los muros. Esta persona sufrirá, llorará y caerá. Pero sabe que es tan bello lo que oculta esa persona al otro lado del muro que no tendrá más remedio que levantarse y seguir  intentándolo hasta que lo derrumbe. 

jueves, 4 de abril de 2013

Presentación de una desconocida


Me presento ante un público que lee y escucha por inercia, como si fuera una conversación de sordos.
Pero no me importa, porque necesito desesperadamente, escupir la historia de mi vida, para algún que otro loco que esté dispuesto a leerla.

No me conozco. Que no es lo mismo que reconocerse. Yo nunca me conocí y no se si llegaré a hacerlo. No se si alguien llegará a conocerme. Ni siquiera se si llegará ese alguien. Todos dicen que llega, pero esos no me conocen.
Tan sólo,
me conozco en sentimientos,
me conozco cuando siento,
me conozco en situaciones,
me conozco sólo en  hechos.

O eso creo al menos. Porque también CREO:
Creo en los impulsos, en los sueños que recuerdas al levantarte, en los remedios caseros, en la naturaleza, que es sabia.
Creo en la dignidad de la persona y en el orgullo de algunas otras.
Creo en la elección, la imperfección y en las miradas silenciosas
Creo en el destino, que no siempre acierta y que por ello podemos desafiarlo y cambiarlo por completo.
Creo en la inocencia de los niños y que no todos los adultos son maduros.
Creo en los pequeños detalles, esos en los que nadie se fija, pero que suelen ser los mas importantes.
Creo en la risa y en el llanto.
Creo en el esfuerzo y la superación.
Creo en las tentaciones y en que hay gente que nace para hacer el mal.
Creo que las palabras nos encierran y creo que hay gente que vuela.

Si solo hiciéramos y no dijéramos... Entonces si creería en las personas.
De sobra sabemos que las palabras se las lleva el viento y que los hechos perduran en nuestro recuerdo.

No hace falta que me entiendan, sólo que lean, y sepan que hay personas que se descomponen en palabras para llenar vacíos.